¿Merece la Guerra un museo? La respuesta es rotunda: SÍ. No para ensalzarla, si no para recordar los errores que no podemos volver a cometer. Deberían levantarse en cada lugar de la Tierra en el que la barbarie segó vidas. Y en la capital inglesa lo han hecho a lo grande. El Museo de la Guerra es un museo de los horrores. En su conjunto. Pero con un punto álgido. El final del recorrido te lleva por la historia del Nazismo. Sin tapujos ni censura. A corazón abierto. Al salir no pude continuar mi camino. Me senté en uno de los bancos de la entrada y durante casi dos horas medité sobre lo que había visto y sobre la lección de vida que había aprendido. Bienvenidos a la guerra.
Cuando tuve frente a mi a “Little Boy” un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Aquel artefacto, o uno exacto a él, despegó de las Islas Marianas acoplado a la panza del Enola Gay el 6 de agosto de 1945. Cuando tocó tierra en Hiroshima se empezaron a escribir las páginas más negras de la historia de la humanidad. Y sin embargo ahí está, rodeada de escolares que aprenden lo que es y lo que significa.
Porque las guerras están para no ser olvidadas. Para que su historia sea contada y así aprendamos de los errores de nuestros antepasados, que a fin de cuentas, son nuestros propios errores. Y en el Museo de la Guerra de Londres vas a encontrar unos cuantos. Tanques de todas las épocas, los primeros submarinos, los altos techos plagados de aviones de combate, las imágenes en alta resolución de los soldados caídos, un repaso por la historia de las armas, de las diferentes guerras, de los grupos terroristas, de los magnicidios y de los genocidios. Donde siempre destaca la barbarie alemana del siglo pasado.
Le han reservado un sitio de honor: el sótano. Un lugar sin luz natural donde dominan las luces tenues y las sombras. Y donde destacan las historias. Las hay personales y las hay de grupo. Crematorios, cámaras de gas, zapatos aún ensangrentados, gafas pisoteadas, peines sin púas, imágenes de cuerpos muertos en vida, una gran maqueta de Auschwitz y mucha información en forma de vídeos y audios que a buen seguro y a pesar de todo, te volverán a sorprender.
Impresiona. Impresiona mucho. Parece algo irreal salido de la imaginación de algún cineasta o novelista. Pero es real como la vida misma. Y está ahí. Si lo vives se pasa un mal rato. Aunque merece la pena vivirlo. Quizá falte algo de autocrítica tras tantos años de colonialismo inglés. Pero ya sabemos que la historia, la escriben siempre los vencedores.
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