Si algo tiene Londres es historia. Historia y recuerdos de un pasado glorioso. Pero entre todos ellos se ha colado la modernidad. El futuro en medio del pasado. El presente en medio de la historia. El vigía de la ciudad, el ojo de Londres: el London Eye.
Londres es una ciudad de grandes contrastes. Cuenta con una increíble historia llena de bellos pasajes que se reflejan en sus calles, en sus gentes, en su arquitectura… Y al mismo tiempo, una sospechosa familia real que apesta tanto como gran parte de su “gastronomía”. Y todo vigilado por el gran ojo británico. Una impresionante y bella noria que se ha colado entre antiquísimos edificios de piedra y que hoy en día es un todo símbolo de la ciudad: el London Eye.
El London Eye o Millennium Wheel (Rueda del Milenio) como también se le conoce, fue construida a orillas del río Támesis para celebrar la entrada del nuevo milenio. 135 metros de estructura metálica la convirtieron en la noria más grande del planeta hasta que primero China y luego Singapur dejaron el récord atrás.
Sus “cestas”, 32 en total, son auténticas cabinas fabricadas en cristal con capacidad para 25 personas cada una por las que puedes caminar y que pueden ser alquiladas para celebraciones desde las que hay unas impresionantes vistas de Londres.
En los días claros, cuando la niebla londinense se disipa, además de Palacio de Buckingham o el Parlamento que prácticamente quedan a sus pies, se pueden observar unos 40 km a la redonda. Lo que las convierten, posiblemente, en las mejores vistas de la ciudad.
Todo por unas 15 libras esterlinas que, a todas luces, merecen la pena ser gastadas.
Nota: Si al buscarla descubres que tiene otro nombre, no te sorprendas. A principios de este año la gran noria ha cambiado su nombre por el de una empresa, algo muy común en Inglaterra y que ya sucede, por ejemplo, con los estadios de fútbol. Aunque no voy a mencionar su nueva nomenclatura empresarial porque no me gustan en absoluto este tipo de patrocinios…
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